miércoles, enero 30, 2013

La amante muerta

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Entonces sopló un viento terrible. Mi obstinación en luchar contra el polvo me permitió ver por vez última, como ella se iba haciendo pequeña y difusa en la angostura distante de la calle. Era la amante muerta desapareciendo, era el grito hasta el vértigo, el hoyo en el alma por donde ella juega y salta, por donde grita maquiavélica que la nada existe, por donde arroja miradas de terror a los visitantes, a los amantes pasajeros, a los viajantes. 
Se pierde en la acera de enfrente. El bus que toma acecha furioso e indolente y en pocos segundos la velocidad de sus ruedas cortará la estela de sangre que nos une. Unos minutos después ella perderá su mirada en el camino. Yo me quedaré en la parada opuesta pensando en si mis pasos fueron pesados, abigarrados de lentitud. Moverme es un infierno. Soy un ser sangrante como un elefante asesinado en las puertas de un circo. Más tarde seguiré sus rutas para vestirme del calor que deja su cuerpo en todas las cosas mundanas. Horas después caeré y reiré y la demencia será un paso firme. Azotaré mi cuerpo contra los murallones en donde se posó su sombra gélida y me imantaré de su frío. Al pasar de las semanas me congelaré, y el corazón habrá formado un órgano de la cicatriz madura y al paso de los meses seré una mirada impía, un paso ligero perdiéndose en la angostura pérfida de la calle, y seré sólo un cuerpo difuminado, achicándose con rapidez, brincando sobre agujeros en el alma de alguien, y seré la nada aterrada, la bilis del mundo, la amante muerta.





"Dos arañas son dos miradas de terror que caen de ojos distintos. Se encuentran en un rincón de la casa y huyen en direcciones opuestas, porque le tienen miedo al amor." -Oscar Hahn-

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