lunes, marzo 31, 2008

La señal que esperaba

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Si hay algo que asusta, son las señales. Te encuentran en cualquier lugar. No hay nada más insensato que huir de una, y sin duda el espanto es aún mayor en ausencia de ellas, -la ausencia de señales puede ser también una señal-. Un grito afortunado que te indica que estás en la acera equivocada persiguiendo a tan sólo un extraño.
El problema es que las he tenido todas. Aparecen de pronto, como un golpe súbito, como la respuesta a un llamado de auxilio. Todo comienza con un profundo y acallado deseo. Un cosquilleo que se acrecienta a medida que se acerca el momento. Simplemente lo sientes, sabes que vendrá la pequeña señal a arruinarlo todo. Justo cuando te haz dado por vencido, cuando estás decidido a cruzar la acera de vuelta a casa; El golpe te alcanza.
Una tarde cualquiera sientes como tu estomago se contrae, ese es el primer indicio de deseo. Te haz vuelto tan dependiente de las iniciativas ajenas que tomar un riesgo es casi impensable. Sin embargo ahí estás, a punto de saltar, pero no hay nadie que ejecute el empujón final. Entonces llega de sopetón la señal que necesitabas. Su mano encontrándose con la tuya, como si el camino para llegar hasta allí, hubiese sido demasiado largo y agotador. Te quedas prendida de ella el tiempo que alcance. Las respuestas a deseos tales, casi siempre son de minutos escasos. Si durasen más, seguramente el corazón saldría disparado... por la ventana y sin retorno.

Hoy era uno de esos días en que estaba dispuesta a doblar en la siguiente avenida. La vida cansa... sobre todo cuando es tan implícita. Cuando crees tener algo entre manos, un pequeño soplo lo vuela todo. Entonces tiras el puñado de señales a los pies de alguien con mejor suerte. Sales de ahí, frustrada y enfadada. ¡Es que todo tiene que ser tan complicado!; El destino, las señales, el Karma, las corazonadas, el error.


La conexión.

Corrí tan fuerte que estallé el reloj. La alcancé justo antes de terminar la calle. Me pregunté de pronto como es que me podía conmover tanto el verla llorar. Algo en mí se estremeció. La habría buscado por callejones cualquiera, infinitas veces, con la seguridad de que sólo yo podría saber donde estaba. Es cuando tienes la certeza que no hay nadie más... nadie más que mire en sus ojos y los capture de tal modo que desenganchar el contacto es parte de un movimiento forzoso.

La cuidé lo que restaba de la noche. A distancias adecuadas. Lo suficiente para mantenerla a salvo. De vez en cuando abría los ojos para saber si continuaba intacta. Entonces me pregunté que estaba haciendo. Podría irme a toda velocidad, antes que me alcanzara el embrollo. Podría ignorarla... podría continuar la fiesta, la bulla, la euforia. Pero no podía dejar de pensar en ella. Me quedo. Es lo último que me dije recostada a su lado, frente a un delgado haz de luz que iluminaba su rostro mientras terminaba la madrugada.
Por la mañana todo era un hastío en mi cabeza. Había perdido la pureza que tenían los momentos a su lado. Ya no había señales, rubor, complicidad. Sólo un gran lío que estaba por acabar. Me sentí aliviada. Aliviada de poder volver a mi normalidad. A casa una vez más. A casa con nada entre los dedos. Fue entonces cuando floreció un último deseo. Es casi aterrador… -“Deseo recortar las distancias” y entonces ella se acerca, “Deseo sus manos” y sus manos me atrapan, “Deseo que llame esta noche”… Y el deseo se encarna en unos frágiles segundos-. Ella actúa respondiendo a cada pensamiento que se instala en mi cabeza. Pareciera que algo muy secreto nos conectara. Cada íntima ocurrencia es un pase de acceso. Aún no sé exactamente lo que es, pero pende de un hilo.

Las señales están por doquier. Las hay de todas texturas y colores. Y sé que tras de cada una hay un mensaje substancial. Pero como saber si ella también las ha percibido, si ve esa misma multiplicidad de formas.

Está vez me quedo acá. Acá sentada, cruzada e inesperada. Aguardando a que se acerque un poco más, porque como dijo alguien alguna vez; Todo lo que esté a más de doce pasos, no vale la pena.



domingo, marzo 23, 2008

La casualidad de mi vida

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Últimamente es el sueño. No descansas y te cansas de jamás llegar a puerto. Soñar es un trabajo duro.
Sueño un automóvil con personalidad, sueño un apartamento en medio de la ciudad, un día de lluvia, la película preferida que veré por primera vez, y lo más difícil de imaginar... Ella. Estamos hechos de asociaciones. Así, lo más complicado es evitar que sea constituida de cosas que ya he logrado amar.

El sueño.
Los egipcios creían que durante el sueño, el alma se transportaba hasta los reinos espirituales fuera de su envoltura material, por ende todo lo que sucediera en ellos contenía un cifrado mensaje divino. Una voz en off que nos apuntaba nuestro devenir. Hace días he perdido ese estado altruista. Mis ojos están tan abiertos que hasta los pestañeos son acciones forzosas. Estoy esperando algo... Anna en "Los amantes del círculo polar" lo describía con fidelidad; "Estoy esperando la casualidad de mi vida, la más grande...". La cosa es que la vida no sólo está hecha de casualidades, si así fuese, no importaría lo que hiciese hoy o mañana, el resultado final sería el mismo. Me atreví a incidir en eso. Corrí tanto que tuve un pálpito distinto de todos. Es tan simple equivocarse con eso de las corazonadas, cuando crees que ya viene una tremenda, te das cuenta de que sólo era la arritmia, y a poco algo te paraliza… pero el efecto de muchas causas, es igual de ilusorio.

La corazonada.
A modo de que las hay tantas, es necesario catalogarlas. La primera es la más importante; Su aparición te hace percatarte de que no hay demasiado oxigeno en el mundo, que es necesario guardar un poco. De pronto cada segundo que sucede, es un respiro suspendido... ahí es cuando lo sabes, sin ella te hiperventilarías de por vida.
La ley de la atracción funciona en formas misteriosas. Tienes la certeza de que no es ella la casualidad que esperabas, ni el sueño descifrado. Posees la seguridad de que si sales por esa puerta, no llegara con la frase precisa a sellar el momento galardonado. Sabes que todo lo que necesitas es un cliché. Pero ahí estás, frente a la mujer equivocada aguardando una señal tempestiva.

Hoy me di cuenta de que sus pestañas son más largas de lo normal, que podrían sellar sus ojos tan perfectamente que ninguna onda de luz le arrancaría el sueño. Y que tiene manos suaves, por cierto... me entere cuando tomo la mía, luego no la soltó más, podría haber pasado la mitad del día colgada de la suya, sólo por si la corazonada se hacía grande, pero como dijo Penélope Cruz en Vanilla Sky; "Nos vemos en otra vida, cuando los dos seamos gatos...".


viernes, marzo 21, 2008

Piscis me pena

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Apoyada en las puertas traseras de un vagón del metro, desteñida por el tintineo de la luz al sumergirnos en el túnel. En el andén de Baquedano, en la esquina que cruza Pio nono, sobre la ciudad alborotada la encuentro... bajo mil rostros, con ningún nombre.

Ella.

A lo lejos se escucha un resonar romántico cuando evoco sus memorias perdidas. El color de sus ojos oscila entre el marrón más verde y una oscuridad inocente. Su piel canela, nieve, rosa. Sus labios pequeños, voluptuosos, delgados y anchos... me desarma, es un espejismo que me pronuncia pero no me lleva a ningún lugar.
Hace ocho meses un visionario mítico que vive en las periferias de este lugar, miró en mi futuro y logró verla con tal nitidez que aseguró sentirla cerca, dijo que también yo la sentiría, que mi mirada debería estar bien despierta y mi mente tranquila. Ahora estoy aquí, cercana a la fecha, intentando despertar, escuchando las señales a veces silenciosas, a veces traviesas, que de vez en cuando me logran engañar.

El engaño; Sucede que todos estamos propensos.

Su nombre podría ser el compendio de muchos otros. "Dulce día", hace poco conocí una chica llamada así, paseamos por la Alameda una tarde, fuimos a comer a un restaurant de Agustinas, al que alguna vez me llevó una ex, y que luego yo llevé a otra y repetí las mismas frases que me lanzaron al momento de una despedida. Esta vez estaba ahí, en el mismo lugar y lo único que podía pensar es que había terminado ahí, repitiendo patrones, por no tener un plan, porque por primera vez en mi vida salí sin un puto plan.
Después de tanto, nada podría salir tan mal, supongo que también hay días "agridulces" y que no todo lo que dicen los astros es tan cierto como uno quisiera. ¿Pronostico?, sigo pensando que Piscis es el único signo que logra inundar mi irascibilidad, y si ella existe o me ha encontrado, continue poseyendo está extraña cualidad.