viernes, junio 27, 2008

ÁlterEgos , - parte II -

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Tomó mi mano con la suavidad que tuvieron mis primeros años. El roce me acercaba extrañamente, a ese espacio de pureza que había perdido. Era un pedazo de intimidad que me fraccionaba una y otra vez. De pronto era una niña enjuta corriendo a las seis de la tarde por un bosque invencible en las entrañas de una escuela ruidosa. Hacinada de ingenuidad. Desde mi espalda helada se desprendía el eco de una adolescente iracunda huyendo en la ebriedad de la noche. A la vez me encontraba repartida por cada esquina de Salvador, despistada, demente y perdida. Su mano fría me recordaba a las de mi madre.

La miré como si fuese la primera vez que la veía a los ojos... esta noche eran verdes, su bipolaridad natural perdía fuerza y se unificaba derrepente. Agaché la mirada para controlar la latitud de mi mente. Un calidoscopio de imágenes me emborrachaban de golpe. Entonces miró su reloj y sugirió marcharnos. Caminamos sobre un velo nocturno distinto a los anteriores. Tomamos el vagón del metro, L1-L5, la gente comenzó a difuminarse poco a poco, como si se desintegrase gravemente. Las voces se apagaban después de disolverse cada silueta, cada color, cada respiro y cada risa que se fulminaba hacía otro escenario.

En un rápido giro, estábamos ahí, las dos solas en medio de asientos y fierros de utilería. El sonido único era el del tren friccionando en los rieles, la única luz que se perdía a veces, era la que se extinguía en el túnel más extenso en el que me había sumido alguna vez. Sentí como su cara se acercó a la mía, percibí cada lunar de su rostro, estirarse hasta palpar los míos, sus poros se abrieron abismantes, succionándome la piel húmeda y los miedos escondidos, todos sobrevivientes de oscuridades inaccesibles. Desde aquel día no conseguí evitar vez alguna, la sensación de que el corazón se me saldría por la boca del pecho... se aventaria corriendo desaforado y violento, hasta acallar sus gritos más internos.

Al llegar a destino, la observé bajarse inquieta, temblaba desde sus pupilas pequeñas hasta las pisadas inseguras. Las puertas se estrecharon como una barrera que impedía mi salto... el más grande de todos. El movimiento del carro me llevó a la pared colindante, donde el frío insuperable me cubrió por completo. Las ampolletas perdían su fulgor a medida que se terminaba el recorrido. Sin percatarme antes, las voces habían vuelto a su sitio habitual. Las voces, los pasos firmes, las risas chillonas, el sofocar humano...



- the pictures have all been washed in black, tattooed everything... -


2 comentarios:

ursula dijo...

Hola, gracias por tu visita.

Por acá me tendrás también.

Un saludo.

Arleen dijo...

Mmm.. Donde esta Mi alter egos n° III?

Me gusto el fraccionamiento entre ambas historias, pero me gustaria que en el tercer alterego hicieras una especie de racconto enter ambas historias, para que no queden tan en el aire y exista la conexion.
Me fascina como escribes
Espero volver a leerte muy pronto, belleza
Un beso