Los años pasan y es el mismo desvarío. Dejó de escribir las páginas de un diario porque su corazón se hartó de la violencia de una ciudad. Los minutos pasaron cual fuesen vidas enteras. Cuantas vidas fingiendo que es la primera vez. La primera vez que se veían a los ojos, los primeros mil quinientos roces en el corredor. Su perfume se encriptó en su garganta y hubo una explosión, desde entonces no puede levantarse de la cama, se ha ocultado en la sordidez de su habitación. Los años pasan y es la misma desventura. Los segundos cual fuesen vidas. Cuantas vidas fingiendo que es la primera vez que se arrastran sus venas hasta el ascensor. Creció su cabello, desaparecieron sus pupilas en la bruma despiadada de una escena sin color. El día trecientos que se enteró que algo no paraba de repetirse en su cabeza colmada de aullidos: ¡TANTO RUIDO! -gritó-... tanto alrededor y los labios de ella eran un arpón dormido. Desde entonces le puso atención a los detalles, a las mañanas en que tocaba el suelo y todo era un centímetro entre el dormitorio y la última estación. Los fantasmas que le deshilachaban la blusa color bermellón, las mejillas en rubor, las sonrisas valientes nuevamente trepando las paredes enjutas: ¡HOY ES UN DÍA ENLOQUECEDOR!. Cuantas puertas se cierran al son de su caminar confiado. Y ahí está ella con la mirada detenida, con una primera vez erosionada en multicolor y ahí está ella dejando que las medidas sean terroríficas, porque los años pasan y es la misma lentitud, los recuerdos cual fuesen absurdos colgando de un prendedor. Cuantas vidas fingiendo que es la primera vez...
¿Pero qué otra cosa hubiera podido dibujarte? ¿Qué mensaje hubiera tenido sentido ahora?. - Córtazar -
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