miércoles, septiembre 15, 2010

( Septiembre )

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Algo ha barrido el gris intrínseco de la ciudad, algo ha soplado a fondo los barnices oxidados de los sábados a las seis. ¡Donde están los fluorescentes tintineantes dominando los extremos nocturnos!. ¡Donde huyeron los balbuceos moribundos!, ¡las aceras congeladas!, ¡los gritos en flor!.
Me pierdo en las mañanas airosas, le temo a los relámpagos de sol, a las sonrisas silvestres. Que tremebundos, que desahuciados son los temblores ahora, en medio del arenal. Los desiertos son refugios para mares hinchados golpeando en mi puerta, la vida se desborda como un arsenal de violencia y yo quiero escapar. Escapar a las profundidades de la tierra, donde aún está húmedo, donde el frío es la amenaza, donde puedo elegir a mis enemigos y puedo distinguirlos por su oscuridad.
Me siento bien en los rincones delirantes, en las fauces de un animal agónico, en la helada encantada de mi habitación. Sabré esconderme como el follaje esconde a sus presas y a sus muertos.
Me atacan las alturas: Los segundos pisos, las esquinas de las ventanas, la transparencia de las sabanas, el horror de tus ojos almidonados; suaves espinas fructosas calando en mi lengua sangrienta, aparcando heridas, cuchilladas malditas en cada pliegue de mi boca. Te cierro las puertas para que no puedas seguir masticando a fondo; las risas infantiles que me quedan, los recuerdos anisados, la melodía pérfida de los amaneceres de primaveras como éstas, tan rebosadas, tan desastrosamente coloreadas, como si el escenario fuese la obra de un niño obsesionado con su crayón amarillo eléctrico.
Voy a dejarte entrar por una esquina mal parchada. La caminata hasta aquí es una plegaria, un sufrimiento inducido. Debo advertirte que habrán sombras que querrán lastimarte porque no reconocen tu olor. Que si le temes a los ruidos, a los lamentos invisibles; ¡No vengas!. Aquí el agua es demasiado helada por la mañana, aquí todo es demasiado real para que puedas reír.




Si tus miradas salen a vagar por las noches, las mariposas negras huyen despavoridas.
tales son los terrores,
que tu belleza disemina en sus alas. -Oscar Hanh-




martes, septiembre 14, 2010

Estelar

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Los años pasan y es el mismo desvarío. Dejó de escribir las páginas de un diario porque su corazón se hartó de la violencia de una ciudad. Los minutos pasaron cual fuesen vidas enteras. Cuantas vidas fingiendo que es la primera vez. La primera vez que se veían a los ojos, los primeros mil quinientos roces en el corredor. Su perfume se encriptó en su garganta y hubo una explosión, desde entonces no puede levantarse de la cama, se ha ocultado en la sordidez de su habitación. Los años pasan y es la misma desventura. Los segundos cual fuesen vidas. Cuantas vidas fingiendo que es la primera vez que se arrastran sus venas hasta el ascensor. Creció su cabello, desaparecieron sus pupilas en la bruma despiadada de una escena sin color. El día trecientos que se enteró que algo no paraba de repetirse en su cabeza colmada de aullidos: ¡TANTO RUIDO! -gritó-... tanto alrededor y los labios de ella eran un arpón dormido. Desde entonces le puso atención a los detalles, a las mañanas en que tocaba el suelo y todo era un centímetro entre el dormitorio y la última estación. Los fantasmas que le deshilachaban la blusa color bermellón, las mejillas en rubor, las sonrisas valientes nuevamente trepando las paredes enjutas: ¡HOY ES UN DÍA ENLOQUECEDOR!. Cuantas puertas se cierran al son de su caminar confiado. Y ahí está ella con la mirada detenida, con una primera vez erosionada en multicolor y ahí está ella dejando que las medidas sean terroríficas, porque los años pasan y es la misma lentitud, los recuerdos cual fuesen absurdos colgando de un prendedor. Cuantas vidas fingiendo que es la primera vez...




¿Pero qué otra cosa hubiera podido dibujarte? ¿Qué mensaje hubiera tenido sentido ahora?. - Córtazar -