Algo ha barrido el gris intrínseco de la ciudad, algo ha soplado a fondo los barnices oxidados de los sábados a las seis. ¡Donde están los fluorescentes tintineantes dominando los extremos nocturnos!. ¡Donde huyeron los balbuceos moribundos!, ¡las aceras congeladas!, ¡los gritos en flor!.
Me pierdo en las mañanas airosas, le temo a los relámpagos de sol, a las sonrisas silvestres. Que tremebundos, que desahuciados son los temblores ahora, en medio del arenal. Los desiertos son refugios para mares hinchados golpeando en mi puerta, la vida se desborda como un arsenal de violencia y yo quiero escapar. Escapar a las profundidades de la tierra, donde aún está húmedo, donde el frío es la amenaza, donde puedo elegir a mis enemigos y puedo distinguirlos por su oscuridad.
Me siento bien en los rincones delirantes, en las fauces de un animal agónico, en la helada encantada de mi habitación. Sabré esconderme como el follaje esconde a sus presas y a sus muertos.
Me atacan las alturas: Los segundos pisos, las esquinas de las ventanas, la transparencia de las sabanas, el horror de tus ojos almidonados; suaves espinas fructosas calando en mi lengua sangrienta, aparcando heridas, cuchilladas malditas en cada pliegue de mi boca. Te cierro las puertas para que no puedas seguir masticando a fondo; las risas infantiles que me quedan, los recuerdos anisados, la melodía pérfida de los amaneceres de primaveras como éstas, tan rebosadas, tan desastrosamente coloreadas, como si el escenario fuese la obra de un niño obsesionado con su crayón amarillo eléctrico.
Voy a dejarte entrar por una esquina mal parchada. La caminata hasta aquí es una plegaria, un sufrimiento inducido. Debo advertirte que habrán sombras que querrán lastimarte porque no reconocen tu olor. Que si le temes a los ruidos, a los lamentos invisibles; ¡No vengas!. Aquí el agua es demasiado helada por la mañana, aquí todo es demasiado real para que puedas reír.
Si tus miradas salen a vagar por las noches, las mariposas negras huyen despavoridas.
tales son los terrores, que tu belleza disemina en sus alas. -Oscar Hanh-